Predadores en la Amazonía de las tres fronteras
A la captura de pavones, tarariras y jacundás
La literatura, el cine y la televisión nos han transmitido la imagen del río Amazonas como la de un lugar selvático y salvaje en el cual solamente habitan algunas tribus indígenas. Esta descripción, seguramente cierta en tiempos de Lope de Aguirre y demás conquistadores, hace muchos años que dejó de corresponderse con la realidad. El hombre blanco lleva siglos explotando las riquezas de estas selvas y a día de hoy millones de personas habitan en las orillas del gran río. Para ellos su cauce supone la única vía de comunicación y, en consecuencia, raro es el tramo en el que no se divisan unos cuantos barcos de pasajeros o mercancías, mientras que en las orillas proliferan poblados y aldeas en torno a los cuales abundan las zonas deforestadas y plantaciones de bananas y palmas. Pero calma, no todo está perdido. Aún quedan rincones en donde estas tierras mantienen sus condiciones primigenias. A unas cuantas decenas de kilómetros de las orillas del Amazonas, la selva original se conserva en torno a los pequeños afluentes del río. Es en estos lugares en donde todavía es posible disfrutar de la sensación de aislamiento, la naturaleza casi virgen y la pesca deportiva en su variante más aventurera.
El río Yavarí y sus lagunas son uno de estos reductos. Situado a unas tres o cuatro horas, entre barco y automóvil, de Leticia, este cauce de aguas terrosas constituye una frontera natural entre tierras peruanas y brasileñas y, a su lado, se apiñan varias masas de agua aisladas y ricas en pesca. Este es el lugar al que acudí en agosto de 2010 en busca de la primera experiencia de mi deporte favorito en la Amazonía. La fecha había sido cuidadosamente elegida. En junio comienza la estación seca en la región, lo que implica que las lluvias se reducen y el nivel de los ríos y lagos desciende de manera dramática (hasta medio metro diario). En consecuencia, la turbulencia de las aguas disminuye y la receptividad de los predadores ante nuestros señuelos se multiplica, muy en particular en las calmadas lagunas. Estas masas de agua están formadas en su mayoría por antiguos meandros del Yavarí que se han sellado por la acumulación de sedimentos. Estar separadas de la corriente permite que en sus orillas crezcan los árboles que regalan zonas de sombra y abrigo a la fauna acuática. Durante casi cinco días practiqué la pesca en estos lagos con resultados satisfactorios. Mis escenarios fueron tres, las lagunas de San Antonio y Mata-matá, ambas en la orilla de Perú, y la de Coatí, en Brasil. Por las noches descansaba cerca de allí, en el hospedaje de la Reserva Palmarí, único alojamiento de los contornos.
PRINCIPALES OBJETIVOS
El pavón, llamado peacock bass por los norteamericanos y tucunaré por los brasileños, es sin ningún género de dudas la especie reina en estos pagos. Este depredador habita en las aguas reposadas y se alimenta de minitallas. Al verlo por primera vez, uno tiene la impresión de encontrarse ante una versión en colores vivos del black bass. Las características que estas dos especies comparten son varias.
Al igual que el centrárquido, el pavón es un pez deportivo en extremo, que se revuelve con ferocidad en luchas prolongadas y ataca sin pensárselo dos veces todo tipo de señuelos, desde los clásicos peces artificiales y cucharillas, hasta los más fantasiosos modelos de spinner baits y vinilos. Pero a diferencia de los basses que solemos encontrar en nuestro país, el tucunaré alcanza con frecuencia en latitudes ecuatoriales tamaños de 4 y 5 kilos. Dicho lo anterior, no sorprenderá a nadie que éste sea el trofeo más perseguido por los pescadores de la zona, quienes de forma habitual miden el éxito de sus jornadas en función del número de pavones capturados y del tamaño de éstos. Sin embargo, no es en absoluto la única especie pescable con señuelos de lance ligero. Aunque de tamaño mucho más discreto (un máximo de 35 cm) la taraira es otro adversario muy común en estas aguas. Sus dientes afilados se hunden con voracidad en todo lo que se mueva en sus contornos y su coraje es tal que no resulta extraño verlas prendidas en rapalas iguales a ellas en tamaño. Tener una taraira prendida al otro extremo de la línea significa una pelea con un contrincante capaz de subir y bajar en la columna de agua y que no se entrega de no estar completamente derrotado. Para bendición de los pescadores, las tarairas son abundantísimas. Creo que en todas mis sesiones de pesca nunca pasaron 25 minutos seguidos sin una picada de este animal. En contraposición con el aspecto amedrentador de la taraira, el jacundá da la impresión de ser un pececillo bonachón e incapaz de expresar agresividad alguna. Nada más lejos de la realidad. A pesar de su boca de payaso y de las rayas verdiamarillas que engalanan los flancos de los machos, esta especie es netamente ictiófaga y se abalanza sin vacilaciones sobre cualquier cosa con apariencia de comida.
OTRAS ESPECIES
Conviene recordar que unos metros cuadrados de aguas amazónicas albergan más especies piscícolas que todo el continente europeo. Esta abundancia permite que los pescadores del Viejo Mundo, en especial los primerizos, nos sorprendamos con la cantidad de peces distintos que pueden atacar a un rapala. En mi caso, los invitados inesperados fueron varios de los distintos tipos de pirañas que habitan las lagunas. El procedimiento que los lugareños utilizan para capturarlas es la pesca a fondo con cebo natural, pero yo tuve la fortuna de conseguir varios ejemplares con cucharas giratorias del número cuatro, y también a uno de sus parientes cercanos, la sabaleta. Todas pelearon con intensidad, sin nada que envidiarles a jacundás o tarairas. Recordaré siempre un mediodía en el que navegábamos de regreso al albergue tras varias horas pescando al sol en el lago de Mata-matá. Acababa de iniciar un curricán con uno de mis artificiales rastreadores de fondos cuando sentí un golpe fuerte al otro lado de la línea. De inmediato le di a Pelé orden de detener el barco al grito de "Pau". Imaginaba que habríamos enganchado algún tronco hundido, mas no tardaría en darme cuenta de mi error. Algo se movía en el extremo de mi sedal, muy abajo, y lo hacía con furia. Intrigado, inicié la lucha y, un rato después, veía asomar a la superficie a una de las especies que más deseaba atrapar y que hasta aquel momento se me había negado, un pacu. Al fin había dado con la reina de las pirañas, de vientre rosado y capaz de alcanzar los ocho kilos de peso, en forma de un ejemplar pequeño, entre kilo y medio y los dos kilos, que me supo a gloria a pesar de no tratarse de un gran trofeo. No tuve la fortuna de engancharlas en mis anzuelos, pero existen otras muchas especies que pueden capturarse con señuelos artificiales. Entre ellas se cuenta el surubí (gran predador de fondo similar al barbo), la bicuda o pez aguja, la matrinxa, el dorado, la gran aruana y el mítico payara.
SEÑUELOS Y EQUIPOS
Un pescador que practique con regularidad la pesca de predadores en la península Ibérica no necesitará una gran inversión en señuelos si decide viajar a la Amazonía. Los mismos utensilios que utilizamos para atrapar lucios y basses en casa serán válidos para tentar a las especies ictiófagas de la mayor cuenca fluvial del mundo. Todos los engaños pescan en estas aguas, desde las cucharillas del cero pensadas para la trucha hasta los modelos más aparatosos de rapalas y spinnerbaits.
todas las situaciones es clave
para lograr versatilidad (derecha).
Los señuelos de fondo son una
de las mejores bazas para tentar
a los grandes pavones en las
horas centrales del día
(izquierda).
CONSEJOS PRÁCTICOS
- Mejor época: Entre junio y diciembre, cuando impera la temporada seca en el Amazonas y las lluvias son escasas. Esto ocasiona que el nivel de los ríos y lagunas sea inferior y las aguas arrastren una carga menor de sedimentos, lo que facilita la pesca.
- Señuelos: Es recomendable llevar una selección que nos permita rastrear todas las capas de agua, pues los peces ocupan diferentes niveles a lo largo del día, también en función de las condiciones del lugar. Una caja variada incluirá poppers, señuelos de superficie, medias aguas y fondo, cucharillas entre los números cuatro y seis y algún spinnerbait. Pescaremos en aguas turbias, por lo que funcionarán mejor los colores de mayor visibilidad: plateados, verdes, naranjas, rosas y amarillos.
- Líneas: Diseñadas para la pesca al lance ligero similares a las que utilizaríamos para capturar lucios, con una resistencia entre las 15 y las 22 lb, que también nos servirán para la pesca a fondo.
- Accesorios: Los alicates o similares son imprescindibles para desanzuelar peces como las pirañas o los tarairas, de dientes afilados. También conviene llevar una sacadera, pues pescaremos animales de porte que tendremos que subir a la embarcación. Dada la potencia del sol ecuatorial y la humedad persistente, se impone el uso de crema solar, gafas polarizadas y algún repelente de insectos.
Huelga decir que, a la vista de los dientes carniceros con los que cuentan pirañas, pacus y tarairas, utilizar un bajo de línea de acero resulta indispensable. Conviene montarlo en líneas de entre 14 y 22 lb que nos permitan manejarnos con los especímenes mayores sin perder demasiada distancia de lanzado. Las cañas a utilizar serán las diseñadas para predadores, con una longitud de entre 1,80 y 2 metros.
ALTERNATIVAS AL LANCE LIGERO
Soy pescador de lance y, en consecuencia, concebí mi expedición a tierras selváticas exclusivamente dentro de esta modalidad. Intuyo sin embargo que los fanáticos de la cola de rata podrían disfrutar en la zona del Yavarí tanto como los incondicionales de rapalas y cucharillas. Pescar siempre desde embarcación permitirá a los mosqueros efectuar lances cómodos y sin obstáculos y es más que probable que todos los peces antes mencionados se abalancen sobre los estrímeres con la misma codicia que sobre los señuelos de madera, acero y plástico. Por otra parte, observé con frecuencia cebas en superficie de especies para mí ignotas que estoy seguro que sucumbirían ante la tentación de una mosca seca bien presentada. Aparte de mosca o lance ligero, existe otra modalidad que nadie que visite estos lugares debería dejar de practicar aunque sea sólo por un rato. Hablo de la pesca a fondo, que me regaló una “hora mágica” en el mismo cauce del Yavarí. Una tarde en la que la siesta se había prolongado más de lo previsto y llegábamos con retraso a la laguna de San Antonio, me llamó la atención la desembocadura de un arroyo de aguas lodosas en el curso principal, donde se veían saltar algunos peces. Pregunté a Pelé si en ese lugar “pegaba peixe” (picaban) y él me respondió que sí, que aquel emplazamiento era óptimo para buscar especies que se alimentan en los fondos removidos. El desafío me atrajo. Monté sobre mi caña un aparejo plomado y coloqué sobre un anzuelo sin muerte un pedazo de carne que mi guía portaba consigo. La decisión no pudo ser más acertada. En una hora subí a la barca cinco ejemplares de pirarara, un pez multicolor y similar en su forma al siluro, que pesaron entre tres y siete kilos. Para disgusto de los puristas, me veo obligado a reconocer que encontré en estos animales una pelea mucho más difícil y reñida que con los grandes pavones. Las pirararas, que plantearon su lucha en el sitio, resistiéndose a abandonar los fondos y amenazando con partir mi caña, fueron unos adversarios que tardaré mucho tiempo en olvidar.
La terna de peces citados constituyó el grueso de mis capturas en las lagunas. Las mejores horas para clavarlos eran las primeras de la mañana. Igual que sucede en nuestro verano, en esos momentos el sol es menos intenso y resulta placentero recorrer las orillas en una barca o kayak para tantear con nuestros señuelos las posturas más sugerentes. El concurso de una embarcación es imprescindible, puesto que la selva cubre al completo las márgenes. La rutina de las sesiones de pesca se repitió los cinco días. Al inicio, se obtenían multitud de picadas de peces de todos los tamaños, pero en los momentos centrales del día el calor aumentaba y la actividad alcanzaba sus mínimos. Entonces costaba conseguir ataques y se imponía pescar zonas sombreadas, medias aguas o el fondo. Mi experiencia me indica que hubiera supuesto un error grave dejarse llevar por esta apatía e interrumpir la pesca. A pesar de la inmovilidad aparente de las aguas, los grandes pavones gustan de cazar a estas horas y es necesario permanecer alerta. Unas ondas cerca de algún escollo sumergido o el salto de un pececillo a la huida, indican en qué lugar se encuentra nuestro ejemplar soñado. La mejor captura de mi expedición, un tucunaré de cuatro kilos, atacó mi cuchara en pleno mediodía y, tras una lucha encarnizada de largos minutos, pude tomarme con él una de mis mejores fotografías de pesca antes de devolverlo al agua. Minutos antes, Pelé, el guía, había capturado otro gran ejemplar, también a pleno sol.
EL BALANCE
Espero, tras estas páginas, haber transmitido al lector mis emociones al pescar en estas aguas y haberle inoculado el deseo de acudir a ellas con la caña en la mano. Capturar en menos de cinco días 26 tarairas, 22 jacundás, 5 pirararas furibundas, 12 pavones casi siempre por encima de los dos kilos y unas cuantas pirañas y afines, 70 peces depredadores en total, es una vivencia digna de recordar y difícil de igualar en territorio patrio, donde el lucio y el black bass rara vez registran estos niveles de abundancia. Y no olvidemos que a la experiencia deportiva se suma la de vivir en contacto con la creación natural más prodigiosa del mundo, la selva. Caminar entre árboles gigantescos mientras el guía desbroza el camino a golpe de machete, toparse al pescar con monos, caimanes, garzas y martines pescadores, escuchar en las horas de oscuridad un concierto de sonidos y atravesar aguas en las que nadan delfines rosados y de vez en cuando asoman para respirar las anguilas eléctricas, supone una experiencia que nos devuelve durante unos días a aquel vergel que un día fue nuestro hoy maltratado planeta. En las lagunas nos encontraremos además con los indígenas de las comunidades ribereñas. Ellos que dependen de sus cañas y sus redes para subsistir. Nosotros no. Por ello conviene contribuir a la conservación de este entorno privilegiado devolviendo al agua todas nuestras capturas.